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El profesor afectoterapeuta - Entrevista imaginaria a Luis Alberto Warat

Un homenaje al profesor Luis Alberto Warat quien mostro nuevos caminos y paradigmas para abordar el derecho y sus conexiones con la filosofía, la pedagogía y la sensibilidad artística.

                                                                                                                  Por Leopoldo Fidyka

 

 

I.

 

 

Esa tarde de invierno, habíamos acordado juntarnos a tomar un café,  en “El Banderín”, un viejo bar en el barrio del Abasto. Barrio de tango, el Abasto estuvo históricamente ligado al del viejo Mercado Central de frutas y verduras que fue estructurando un barrio de trabajadores e inmigrantes con conventillos, cantinas y teatros, cuya máxima celebridad es el "Morocho del Abasto": Carlos Gardel, y allí mismo, está la casa que habitó con su madre Berta, hoy convertida en museo.

 

Llegué a la esquina del bar, y Luis ya estaba allí, sentado en una mesa cerca de la ventana, el aroma a café presidía el salón, le encargamos a Don Mario un par de cortados. Nos rodeaban banderines de clubes de futbol de distintos países del mundo, River Plate y el Inter de Porto Alegre estaban también presentes.

 

La charla pasó por distintos temas y en un momento comenzó a orientarse hacia la educación, la enseñanza, la pedagogía posible y necesaria…

 

 

 

¿Cómo ves la enseñanza y su lenguaje?

 

“Estoy harto de la enseñanza tradicional. Su lenguaje instituido nos coloca en la peor de las prisiones. En años de docencia, viviendo entre jueces, promotores y abogados, me mantuve siempre fiel a mi necesidad de rebelarme contra la falsedad del decir. Esto no lo perdí ni siquiera cuando estuve exiliado. Las mentiras forman parte de lo real. Para cambiar el mundo es preciso reinventar la mentira. La epistemología reanima el lenguaje de la ciencia. El arte la reinventa para vivirla.” (I. 49)

 

 

Lo que planteas también engloba a la universidad?

 

Si, las universidades se han transformado en un sitio impiadosamente inerte. Tienen todo un estilo sacralizado y viciado de relacionarse con la verdad, que ya murió, pero paradójicamente sin que sus cultores lo sepan. Como en los viejos tiempos de esplendor, continúan todavía apelando a mecanismos de excomunión y control de herejías (…). Mirá, todavía en ellas existe la sanción por el delito de “portador de innovaciones” y de “portador de diferencias”. (I. 95).

 

 

 

Entonces, ¿Qué necesita la universidad?

 

La universidad debe prepararse para permitir ser atravesada por los sentidos que emergen de todas las tensiones dramáticas de la vida cotidiana. Hacer filosofía en la condición transmoderna implica renunciar a toda una tradición de fijar pautas en nombre de la filosofía, para pasar a ocuparse de las cosas que están en circulación en el mundo. (IV. 168).

 

Es más, estoy convencido que el humanismo del placer permitirá tener una universidad donde se podrá aprender el arte de vivir, evitando el autoritarismo, espantando los miedos, liberando algunos de los secretos que las verdades esconden, como también burlando la seriedad que convierte la tristeza y la falta de afectividad en un territorio tranquilo y unicéntrico de verdades infiltradas de totalitarismo y represión. (I. 73).

 

 

 

Estás poniendo el deseo y el placer en el centro de la escena para el aprendizaje…

 

Claro, es preciso comenzar interrogándonos por las razones que nos llevan a ignorar el deseo como elemento clave del acto de aprender. Ocultando los efectos del deseo sobre el saber, obtenemos un conocimiento desmotivado e inocuo, que no sirve para movilizar al hombre en la búsqueda de un actuar transformador y emancipatorio de la sociedad (II. 89)

 

 

Eso habla de una conexión…

 

Precisamente, el acto de aprender, como el de escribir, deben ser formas de estar con la vida. Aprendiendo y escribiendo se tiene que sentir la vida. Ninguno puede sentirse vivo encarcelado. Se siente la vida percibiéndose libre, creativo, amando las incertezas, las impurezas, las asimetrías, las fragmentaciones del saber. Por ahí se introducen los juegos, el placer de aprender las obras fragmentarias de donde se percibe una lucidez y no una teoría que sustenta, en nombre de la unidad, la coherencia y la verdad, la distancia y la seriedad temerosa.

 

El discurso académico en nombre de la neutralidad del saber, ese ideal inmemorial del investigador, se torna agresivo para excluir de los momentos de aprendizaje su dimensión de placer que reencontramos cuando nos aproximamos a las viejas narraciones”. (II. 93 y 94)

 

 

Estás planteando una homogeneidad del discurso académico que se aleja del saber

 

Con urgencia precisamos de un saber que nos permita escapar de la uniformidad que está por venir. Será peor de la que está terminando con la ciencia moderna. Ese es un futuro desafío para la epistemología, si queremos que ella permanezca.

 

En una época sin respuestas ¿Qué hacemos con las preguntas?. Un mundo donde la epistemología y la subjetividad va perdiendo frente a la frivolidad: ésta es una enfermedad leve y progresiva que impide enunciar preguntas y encontrar respuestas sobre la naturaleza menos visible de las cosas”. (IV. 89).

 

 

 

Lo invisible nos acerca a la poesía

 

Practicando la poesía, tenemos la posibilidad de hacer triunfar el deseo, sobre el buen sentido y los buenos sentimientos, dejándonos, así, sin oídos para los llamados valores nobles y verdaderos, aquellos que sacralizan, con civismo el amor al poder.

 

Es el deseo destruyendo de un solo golpe los Dioses y los Patrones. Es la semilla de la subversión donde menos se espera encontrarla: la linterna mágica del deseo”. (II. 13)

 

 

 

Y juntar la poesía y el derecho es una especie de provocación como lo planteas en tu Manifiesto

 

 

“El discurso jurídico aparece vinculado a una ciencia de lo sagrado que mantiene en silencio una zona infernal de producción del saber: un conocimiento que habla de la libertad y de la justicia, sin tomar conciencia que está sirviendo a la mentalidad opresora de una época.

 

Las ciencias de la ley brindan la posibilidad de contar con discursos que establecen vínculos de adoración a la ley, garantizando con eso la producción institucional de la subjetividad. Un saber que hace a la ley desbordar efectos enfermizos del amor”. II.34, 35.

 

“Necesitamos intentar una pedagogía del absurdo, así la doctrina dejará de ser una absurda guerra de principios. Debemos minar el lenguaje jurídico para aprender que el derecho también es el espejo de la irracionalidad humana. La justicia también es el teatro del absurdo.

 

Paremos de distinguir lógicamente el absurdo de la condición humana. Descubramos su poesía: Tenemos que reinventar la lengua. Para eso es necesario recuperar el papel del lenguaje que está en nuestro propio cuerpo”. (I. 48,49)

 

 

El cuerpo, el otro, la afectividad, como camino de esperanza…

 

“La poesía, el otro como poesía, es el único antídoto cuando se apuesta en el desencanto como valor absoluto. El valor curativo del amor como apuesta a la libertad. Navegar es preciso. La libertad como cartografía amorosa, que permite descubrir tierras ignotas”. (IV. 134).

 

 

 

Entonces la alteridad se conjuga con el saber

 

“La idea de la neutralidad ya no nos salva. Construimos lo que conocemos y surgimos como individuos (sujetos) en ese proceso de construcción.

 

Devenires, como gente y como mundos, procesos compartidos con los otros, de los cuales brotan conflictos, complicidades, significados, realidades. Lo desconocido, lo inédito – singular, que no puede ser ocultado por ninguna ley universal”. (IV. 54, 55).

 

Creo que la nueva función de la epistemología, pasará por el imperativo de producir un saber, un estilo de conocimiento que genere un diferente tipo de sujeto. Un sujeto en el otro, que garantice la continuidad de la “condición de investir”, me relaciono con el otro, luego existo.( IV. 60).

 

Puedo afirmar que no “Ya no basta explicar el mundo, si ese conocimiento no mejora nuestras condiciones de existencia, nos deja más creativos y nos aproxima (de forma solidaria) a los otros. (IV. 48).

 

 

 

Lo sostenido viene a atentar contra el imperio de las “verdades"

 

 

“Las verdades no tienen condición de producción. Tienen condiciones de ilusión. Así la verdad epistemológica es sustituida por la verdad ardiente como el más violento disolvente del sueño de la certeza, la univocidad y la moral sin componentes maléficos.

 

Como profesor ilusionista no quiero ser un santo, prefiero ser antes un arlequín. No acepto ser esclavo de los preconceptos, prefiero la amoralidad de lo nuevo”. (I. 155).

 

Nos interrumpen las voces de la mesa de al lado, una acalorada discusión medio en broma sobre rivalidades de fútbol, nos tientan las medialunas de la barra, pedimos algunas, una vuelta más de café y seguimos…

 

 

Esta bueno eso que planteabas de profesor ilusionista, por su cuota de magia, juego alegría indispensable para generar un espacio propicio para la construcción de conocimientos ¿Cómo se reflejaría lo expuesto en el aula?

 

 

“En el aula, la creación lúdica por el lenguaje y la acción de los deseos pasan a ser un instrumento de descubrimiento de lo real. Es la carnavalización como búsqueda espiritual, (la dimensión primordial del carnaval no está en la embriaguez de los cuerpos y los deseos), ella está en la búsqueda de un yo sin angustias. Ella es una iniciación a lo absoluto.

 

Jazz. Juegos. Erotismo. Zen. Cortázar. Salón de clase…. Puntos convergentes. Algo extremadamente serio. Ironías como técnicas de iniciación. El rompecabezas iniciatorio. La calidad está en la extrañeza. El aula precisa convertirse en una sesión de Jazz. Nadie aprende si no se renueva el lenguaje. Es preciso romper el lenguaje para tocar la vida”. (I. 48.)

 

A propósito: ¿Tiene potencialidad didáctica el surrealismo?

 

“Cuando hablo del sueño surrealista como posibilidad didáctica, me encuentro fuertemente influenciado por las posibilidades de imaginación carnavalizada. Pienso en las bondades de un aula convertida en un espectáculo sin pasarela. Un lugar donde no existe más separación entre la voz del maestro y los oídos anestesiados de los alumnos. Todos protagonizando la comprensión de sus vínculos con la vida, en el plural de lo fantástico”. (II. 75).

 

 

Surrealismo y carnavalización como abordajes de saber, temas “serios” para seguir explorando, aunque muchas veces se los banaliza o estereotipa superficialmente…

 

Para mí la carnavalización del saber implica nada menos “que el descubrimiento, por la parodia, de las fisuras de la racionalidad moderna. La afirmación de que el pensamiento está habitado por un punto ciego, un impensado que jamás podrá conjurar.  Lo impensable, lo inesperado, el azar convertidos en fatalidad. Pero no en angustia. Lejos de pensarlos como negatividad recuperarlos como alegría. (IV. 32).

 

“El proceso de significaciones carnavalizadas, si se acepta como epistemología, establece espacios de tránsito (política, arte, amor) para la puesta en crisis del pensamiento”. (IV. 75).

 

 “Estoy planteando la carnavalización como estrategia desalienante; un proceso que provoca el descentramiento constante de las verdades, que las sitúa fuera del lugar que la lógica les atribuye.  Carnavalizar sería tirar todo fuera del lugar que el buen orden de las instituciones determina y esto es fundamental para entender las posibilidades de la enseñanza surrealista del derecho”. (II. 75)

 

 

El surrealismo apela al sueño y éste tiene efecto transformador?

 

“El surrealismo propone un sueño diurno y nos invita a ser Penélope que renace de día para ser fiel a sí misma.  Es la revolución por la autonomía del arte. La revolución por el sueño transformado en actos pedagógicos que incitan micro-revoluciones. Así, la revolución surrealista encara el sueño como una posibilidad de descolonizar la imaginación. Por ahí pasa la búsqueda de una declaración surrealista de los derechos del hombre: la declaración de los derechos del deseo, del derecho a la creatividad, del derecho a soñar”.(II.15)

 

 

Lo planteado posee también una faz política…

 

“Creo que mediante el surrealismo se puede mostrar que la política no tiene lugares reservados. La cultura de la posmodernidad hace todo para despolitizar la mayoría de las relaciones sociales y así mantener el velo sobre su contenido totalitario.

 

Un ejemplo fundamental es el saber de las ciencias. Ella es en su forma totalitaria de organización, tan importante, para el mantenimiento de la sociedad pos-industrial, cuanto las relaciones económicas específicamente capitalistas. La ciencia y la enseñanza cuentan con un imaginario despolitizado, que precisa ser visto como una necesidad política de las sociedades posmodernas”.(II.18).

 

Así concebido sería una fuerza liberadora, emancipatoria…

 

“El surrealismo reivindica los caminos de la creatividad para encontrar la fuerza transformadora. A mi modo de ver, el surrealismo propone hacer la revolución construyendo la cultura de nuestros sueños, realizando nuestras utopías. Creo que esta es la revolución viable en la posmodernidad. No es posible más, pensar primero y después transformar la sociedad.

 

El surrealismo muestra un camino inverso que particularmente prefiero elegir: Para cambiar la vida es preciso transformar, radicalmente los papeles sociales que desempeñamos para olvidar nuestros deseos. Esos papeles están basados en una concepción totalitaria de la vida.

 

Debemos liberarnos de esas amarras, dentro de una estrategia colectiva de transformación de la vida, por la creatividad. El totalitarismo es la muerte de la creatividad. La democracia consiste en traer las utopías para el presente recreándolas incesantemente”.(II. 42, 43).

 

 

La vida como una obra de arte!

 

Precisamente, “Lo fantástico surrealista constituye eróticamente la realidad para transformar nuestra vida en una obra de arte. Los surrealistas no están fundamentalmente preocupados por la transformación del arte en acción o acontecimiento. Su principal objetivo es el de proporcionar un sentido poético a la vivencia cotidiana.

 

La fusión surrealista entre el arte y la vida revela una preocupación por la vida y no una estrategia de revitalización del arte. Juntando el arte con la vida los surrealistas intentan enriquecer nuestras emociones y no la poética.

 

En este sentido se encamina mi propuesta de vincular las artes con la pedagogía. Sugiero el empleo didáctico de la poética con la intención de enriquecer poéticamente la vida de los alumnos”. (II.72).

 

 

A propósito, en los últimos años impulsaste muchos proyectos pedagógicos de articulación con las artes

 

“Pedagógicamente hablando, las artes brindan una posibilidad insustituible, estimulan la imaginación creativa, tornándonos absolutamente permeables para lo nuevo. Representan actos de producción de lo nuevo.

 

Es lo nuevo erotizado por el acto pedagógico. Los cadáveres son poéticamente enterrados. Eros pedagogo. Las verdades nostálgicas vencidas, vencidas por la lucidez del salón de clase. Las vanguardias regresivas de academicismo derrotadas por una pragmática poética, afectiva y eficiente.

 

Ya no se trata de hacer discursos sobre el valor pedagógico de una imaginación creativa. Es colocarla en práctica para apartar nuestra mentalidad del sistema instituido. Es hacer la experiencia de producción de lo nuevo. Es aprender a ser el -hombre nuevo.”  (II. 18).

 

 

 

Pero ello, queda vacío sin su cruzamiento con los afectos

 

“No vacilo en afirmar que el acto lúdico como el poético, estimulan la afectividad permitiendo una gran apología de la diferencia. Es un movimiento de recuperación de los deseos.

 

Existe en el espacio lúdico, una ausencia de sujeción que puede motivarnos para aprender a negar los procesos por los cuales nos tornamos iguales a los otros. La enseñanza tradicional tiene una enorme capacidad de trazar diferencias. (I. 117)

 

 

¿Cómo ves a los profesores? Una gran mayoría reproducen viejas recetas de conformismo para que nada cambie.

 

“La razón humana parece tener una constante militancia contra la riqueza y la variedad del mundo, resiste temerosamente cualquier tipo de polifonía, buscando ansiosamente un principio unitario. En nombre de esa búsqueda surge la verdad, la objetividad, las esencias, las substancias, esto es la fe racional en lo que nunca fue percibido. Es la fe de los hombres de ciencia tan exigentes con los milagros populares.

 

Delante de eso, los profesores imponen los códigos aprendidos, enseñando a guardar la compostura delante del saber, delante de los libros eruditos, enseñándonos a resguardarnos en una indiferencia salvadora.

 

Con ellos aprendemos la manipulación de una distancia que evita las zonas peligrosas donde el pensamiento como obstáculo se enfrente a si mismo”. (II. 77).

 

 

Entonces que rol debería tener el profesor?

 

Creo en el profesor seductor, el que incita a la construcción de un imaginario que busca su autonomía, quebrando el útero y desplazando el afecto protector para el placer sin culpa. En la didáctica de la seducción se busca la realización colectiva de un imaginario carnavalizado, donde todos puedan despertar para el saber del encuentro de la política con el placer, de la subversión con la alegría, de las verdades con la poesía, y finalmente la democracia con la polifonía de las significaciones. Un profesor seductor desea convivir con alumnautas indiferentes a “las buenas utilizaciones” del saber”.(I. 84).

 

“La gran subversión de las clases de Barthes fue siempre provocada por la forma afectiva de trabajar el saber. En ellas un territorio de divertimiento y afectos importan mucho más que el saber previsible del mundo académico. Es la “afectoterapia” como estrategia para el aula. El profesor como “afectoterapeuta” que no juzga ni culpa, simplemente devuelve el abrazo cariñoso de la palabra”. (II. 32).

 

Volvimos en forma circular a la cuestión del afecto…

 

Creo que es algo fundamental y de gran centralidad en todo lo que venimos planteando. Me viene a la memoria el sueño de Kaspar Hauser en la película de Herzog: en el desierto, un guía ciego orienta a una caravana mejor que una brújula, porque él la conduce con la afectividad. (I. 117)

 

 

 

II.

 

Mirando a la ventana, nos dimos cuenta que ya era tarde y el momento interrumpir la charla, pagamos la cuenta y partimos por la calle Guardia Vieja. El profesor afectoterapeuta subió en un taxi hacia la calle Maipú.

 

Conmovido opté por caminar…. Me retumbaba la riqueza de sus palabras, sus silencios, sus miradas, recordé aquellos días en sus clases y me sentí un afortunado. Crucé una avenida, me quedé con la imagen del desierto como norte orientador en la inmensidad de la ciudad.

 

 

 

 

 

                                                                                   Buenos Aires, invierno de 2012 

 

 

 

 

 

 

Fuentes:

 

I. WARAT, L. A. “A Ciência Jurídica e seus Dois Maridos”, Santa Cruz do Sul, Brasil. Faculdades Integradas de Santa Cruz do Sul, 1985.

 

II. WARAT, L.A. “Manifestos para uma Ecologia do Desejo”. São Paulo, Brasil, Editora Académica, 1990.

 

III. WARAT L. A. “O Amor Tomado pelo Amor”. São Paulo, Brasil, Editora Académica, 1990.

 

IV. WARAT L. A. ¿Por Quién Cantas las Sirenas”. Jaoçaba, Brasil. UNOESC/CPGD-UFSC, 1996.

 

 

 

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Comentarios: 2
  • #1

    Renato Hauri (jueves, 17 diciembre 2020 07:37)

    Hermoso. La poesía no tiene límites y él poeta no tiene amo . Ser poeta es ser Libre .

  • #2

    ESEIAP (jueves, 17 diciembre 2020 13:11)

    Muchas gracias Renato por tus reflexiones, un fuerte abrazo!